- Muchas gracias. – Simao bajó del camión y cerró la puerta.
- Adiós. – Güelbón no sospechaba en absoluto de la perversa mente del joven portugués, sin embargo una última mirada al retrovisor le hizo pensar que aquel extraño individuo tramaba algo. La sonrisa con la que Simao se había despedido no era una sonrisa amigable, si no más bien sospechosa. “Qué cojones tramará este capullo…”
Simao se alejaba y tras haber andado unos 20 metros se giró para echarle un último vistazo al transportista. “Un placer haber topado contigo… una pena que deba eliminarte…”. A Simao no le convenía en absoluto que hubiese testigos que pudiesen corroborar el hecho de que Simao se encontraba en libertad andando a sus anchas por cualquier lugar.
Esperó a ver que el camión se alejaba y después de echarle un rápido vistazo a su reloj presionó el botón del detonador que llevaba en su bolsillo.
Una fuerte explosión hizo que las ventanas de prácticamente toda la calle se rompieran en pedazos, las puertas, coches, muros y otros bienes públicos quedaron dañados y aquellos más cercanos al lugar de la explosión quedaron calcinados o completamente destruidos.
Simao sonreía con maldad mientras volvía a darse la vuelta y continuaba con su marcha. Aún le quedaba por hacer una visita a un viejo conocido. Pronto volvería a recuperar parte de su imperio perdido.
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“Mierda… joder! Llego tarde!” Luigi metió la quinta mientras miraba su reloj. “El jefe me va a matar!”. Sabía que el multimillonario jeque no era el tipo de persona que permitiera los retrasos injustificados. Todavía recordaba cómo le voló la cabeza a aquel otro italiano que le entregó tarde su caja de puros. “Menudo animal… con un rifle de cuádruple cañón… y sólo los quería para ver Pocahontas…”
El tiempo corría y Luigi tenía que emplearse a fondo para evitar su desastre personal. “Joder… sólo llevo dos semanas trabajando con él…”. La tapadera de heladero estaba funcionando bien, pero el ser piloto privado de un mafioso como Tongo era un trabajo realmente arriesgado. Luigi lo sabía, pero también sabía que el flujo monetario que le esperaría a final de mes sería bárbaro. “Al fin podré comprarme una cama.”. Tantos años durmiendo sobre un camastro de paja y sacos de heno eran ya demasiados, incluso para un spaghetti- nostro de la mafia napolitana que había visitado la cárcel en diecisiete ocasiones.
Encendiéndose un cigarro Luigi pisó el acelerador lo más fuerte que podía. Su Fiat Seicento estaba alcanzando ahora los 90 Km/h, pero el motor parecía que iba a explotar ahí mismo. Sin embargo, Luigi no deceleró ni un momento. “JODER, no me falles ahora…”
Tomando un atajo, Luigi logró llegar pocos minutos después a su destino. Al entrar en el interior del balneario, Tongo miraba su reloj de oro mientras le esperaba sentado en una hamaca. Dos tailandesas le abanicaban y varios soldados hacían guardia a su alrededor.
- Llegas justo a tiempo. Has tenido suerte. – Dejando la sierra mecánica en el suelo Tongo miró al italiano.
- Lo sé. - Luigi se sentó en el suelo junto a él bajo la atenta mirada de los guardias que vigilaban el recinto.
- Bien. Éste es el helicóptero que pilotarás para mí. Quiero que estés aquí en ocho horas. Un agente del gobierno ruso y su compañero vendrán a buscarme y quiero salir de aquí con vida, comprendes?
- Sí, señor. Pero... cómo sabe que vendrán a por usted?
- Haces demasiadas preguntas. Confórmate con saber que trabajas para un multimillonario con mucho poder.
Tras terminar su fase Tongo se alzó de la hamaca y, después de entregarle los planos de su balneario y el manual del helicóptero a Luigi, se encaminó hacia la parte de atrás de la sala en la que se encontraban.
- Puedes marchar. La conversación ha terminado.
Luigi se levantó del suelo y salió del lugar. Debía llegar a la heladería antes de que hubiesen pasado un par de horas. Su coche estaba prácticamente echando humo, por lo que decidió marchar andando hasta la parada de autobús más cercana.
[] [] [] []
Simao se encontraba esperando detrás de un seto a que su víctima saliese de aquel lugar. “Ya eres mío.”
Paciente, permaneció escondido hasta que un sujeto abandonó el edificio. Simao no le conocía, al menos a primera vista no le resultaba familiar. Sin embargo, por instinto, decidió seguir al extraño para descubrir qué relación tenía con su objetivo principal y de qué forma podría resultarle útil.
Sigiloso, Simao caminaba al borde de la acera, detrás de una serie de arbustos de diversos tamaños y formas.
El individuo tenía la pinta de estar muy centrado en alguna cosa, por lo que en ningún momento se giró o hizo algún gesto de haber sospechado de la presencia de Simao.
Simao esperó unos minutos más y tras descubrir que el individuo se detenía en una parada de autobús se dirigió hacia él.
- Hola. Tienes fuego? – Trató de impedir que el extraño le viese la cara por completo y forzó su voz. Luigi se extrañó al verle, pues no había reparado en su presencia en ningún instante. Extrayendo una caja de cerillas de su bolsillo Luigi le contestó.
- Aquí tienes.
- De dónde venías? – La indiscreta pregunta de Simao sobresaltó a Luigi, quien no supo contestar. – Te he hecho una pregunta. De dónde venías?
Simao sacó su pistola del bolsillo y apuntando a Luigi, volvió a dirigirle la palabra.
- Mira, chico, no tengo todo el día. Te he visto salir de casa de Tongo. Qué hacías ahí? Hoy el balneario está cerrado asíque dudo que vinieras de darte un relajante bañito, verdad?
Luigi trató de disimular, pero su rostro corroboraba lo dicho por el portugués.
- No, qué va… soy de la empresa de limpieza.
- Sí. Y yo soy virgen. Escucha, como no me des una respuesta que me resulte creíble te volaré los sesos. Nos entendemos?
Luigi asintió tímidamente. “Por qué me metería yo en esto?”
- Bien. Dime, qué hacías ahí?
- Tongo me ha contratado para que vuele su helicóptero. Tiene programada una huida al país vecino.
- A Portugal?
- No, a Andorra. Desde que conquistó parte de Francia en la Tercera Guerra Mundial, Tongo está convencido de que es una gran potencia económica en Europa.
- Hace tanto que conoces a Tongo?
- No. Él me lo contó.
- Bien. Haremos una cosa. Yo no te mataré y tú a cambio harás exactamente lo que yo te ordene a partir de ahora.
Luigi sabía que no le quedaban muchas opciones.
- Eccomi.
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5 comentarios:
Pero... pero... ¡¡¡¿¿¿CÓMO SE TE OCURRE MATAR A GÜELBI???!!! ¡¡¡DESPIADADO!!! ¡Más te vale que haya sobrevivido inexplicablemente y vuelva a aparecer, porque si no tú y yo nos veremos las caras...
ehhhh, trankilito, q ultimamente no paras de desvelar cosas de la trama argumental, ten cuidado, sabemos donde vives...
arturo realmente eres un pesao, y protesto con lo del ruso, lo conozco y es una persona pacifica y estable, aunque a tongo ya lo veia yo que escondia algo
yo tb sabia q intentaba esconder algo... entre las piernas. Pero es imposible de esconder algo de semejante tamaño!!!!
PD: a ver si banyo se convierte en el here q salva el mundo, q a mi ese personaje m a gustao, seguro q esta wenisimo... XD
Qué, ¿te has cansado ya del blog? ¿No vas a continuar?
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