viernes, 16 de marzo de 2007

Capítulo 21: Un placentero vuelo

Tongo iba acelerando el ritmo a cada paso que daba. Alexej seguía arrodillado pero era cuestión de segundos que saliera de ese pozo de desesperación en el cual había quedado sumergido.
"Menos mal que al final Luigi no me ha fallado". Tongo ya estaba prácticamente corriendo. El helicóptero estaba a unos 10 metros de su posición y todo parecía estar a punto.
Tongo se giró una última vez antes de saltar al helicóptero para descubrir que Alexej seguía aún arrodillado, pero ahora se encontraba golpeando el suelo con su arma. Su penetrante voz se escuchaba aún por encima de los rugidos de los rotores.
- Soy débil! Soy débil!
"Pobre infeliz". Tongo sonreía. Al fin y al cabo su jugada no le había salido nada mal. Cierto, había perdido su plantación en la Zona Centro, pero era sólo una de las muchas zonas que constituían su imperio. Probablemente este era uno de los palacios más pequeños. Satisfecho subió al helicóptero y saludó a su piloto.
- Buen trabajo, Luigi. Recibirás la segunda parte de tu pago cuando aterricemos en Andorra. - Tras acabar la frase cerró la compuerta y el helicóptero despegó. - Todo ha salido según lo previsto, estoy satisfecho.
- Todo? - Una extraña voz proveniente del interior de la cabina sorprendió a Tongo, el cual esperaba una respuesta con un tono más sumiso proveniente de su empleado.
Nervioso Tongo se giró hacia la parte trasera del helicóptero buscando con la mirada su maletín plateado en el cual guardaba sus armas.
- No hace falta que busques tus armas, Tongo. La granada la tiene tu piloto en el pantalón y el final del cordel que estoy sosteniendo está atado a la anilla. Tu pistola me gustó y es la que te está apuntando ahora mismo. El resto lo he dejado en tierra porque, la verdad, con dos pistolas y varios cargadores me sobra. - La voz de Simao penetró como una bala en el interior del oido de Tongo. Nunca se habría imaginado que aquél inepto pudiese hacer que el mismísimo patriarca de la familia mafiosa más temida de Europa occidental temblara del modo en el que lo estaba haciendo.
- Escucha, Simao... - La voz de Tongo flaqueaba y sus piernas comenzaban a fallarle. Alexej había eliminado a prácticamente todos los hombres del palacio de la Zona Centro y ahora el único que le quedaba estaba incluso en peor situación que él mismo.
- Calla! No estás en situación de hacerme enfurecer. Debería matarte aquí mismo. - Su rostro reflejaba el odio que Simao le tenía a su compatriota. - Lamentablemente hay algo que aún necesito que hagas por mí.
Tongo sabía que Simao quería apoderarse de su imperio y, muy a su pesar, en estos momentos no tenía ninguna opción de salir con vida de aquel lugar sin haber negociado con Simao.
- Simao, sé lo que quieres de mí. Podemos negociar.
- Negociar? Eres retrasado?... Mira a tu alrededor... qué ves? Estás encerrado en un helicóptero con dirección a Portulandia. He cambiado el plan de vuelo. Haremos una visita a mi familia antes de partir hacia Andorra, aunque no puedo garantizarte que llegues a pisar el país de tus sueños...
- Qué quieres?
- Lo quiero todo. Firmarás la entrega de todos tus bienes a mi nombre, Simao Anoni. Después me plantearé si dejarte en Portulandia en el calabozo de tu castillo o llevarte a Andorra para que ejerzas de esclavo en la vivienda que construiré para mi familia.
- No crees que con esa petición me convendría la muerte?
- Quieres morir? - Simao confiaba en que Tongo accediera a su petición. Sabía que en el fondo su compatriota tenía más miedo a la muerte que a ser esclavizado de por vida.
- Simao, nunca llegarás a tu objetivo. Portulandia sigue siendo mía, y el gobierno español depende de mi financiación. Tengo el 60% de las unidades de ambos gobiernos a mi favor, nunca aceptarían un cambio de líder. Estás cavando tu propia tumba.
- Les guste o no, habrá un cambio de líder.
- Luigi! piensa en tu amiga... la del campamento...! - Un desesperado intento por salvar su pellejo llevó a Tongo a efectuar una de las acciones más estúpidas en varios años, exceptuando su extraña costumbre de dar la hora cuando alguna hermosa fémina le pedía fuego.
- A qué viene esa estupidez! Deja de evadir la realidad... estás jodido! O aceptas la situación y cedes a mi petición o me lo llevaré todo por la fuerza, empezando por lanzarte desde aquí al vacío.
Tongo esperaba que su empleado reaccionara y sus palabras tuvieran el efecto esperado. Según un estudio que había leído hacía poco el semen en grandes cantidades podía hacer que todo tipo de mecanismos dejaran de funcionar, entre ellos el de una granada o una pistola. El riesgo en todo aquél plan era que también podía afectar a los mandos del helicóptero, pero era la única manera que tenía de salvar aquella situación.
Simao se acercó, sosteniendo aún el cordel en la mano y apuntando a Tongo con la pistola.
- Tongo, te queda poco tiempo para decid...
Ante de acabar su frase un brutal gemido le interrumpió y sintió el tirón del cordel proveniente de la cabina. - Pero qué cojones...??!!
El susto que Simao se había llevado hizo que por unos segundos dejara de encañonar a Tongo. Éste supo aprovechar su oportunidad y se abalanzó sobre Simao, haciéndole perder el equilibrio y soltar el arma.
Simao estaba desconcertado, no entendía nada... la granada no había explotado y ahora el que se encontraba en peligro era él mismo. Trató de revolverse, pero Tongo volvió a embestirle y ambos acabaron rodando hacia el interior de la cabina.
"Dios! pero qué es esto!" Simao notó como un extraño líquido viscoso le tocaba la piel, y al girarse unos segundos se percató de que prácticamente toda la cabina estaba manchada de aquel mejunje. Luigi estaba tirado en su asiento y no parecía estar dispuesto a moverse, pero en su rostro podía apreciarse la felicidad que le invadía en estos instantes tan inoportunos.
- Luigi, haz algo! Ayúdame! - Tongo gritaba con desesperación mientras golpeaba con furia a su víctima. - Inmovilízale, átale con algo!
Luigi no se inmutaba. En su lugar una voluminosa gota de saliva caía desde su labio inferior sobre Simao, quien trató de revolverse asqueado.
Tras unos segundos más de forcejeo Simao volvió a tomar las riendas del combate. Logró levantarse y tras ponerse en pie comenzó a patear con furia al ahora acurrucado Tongo.
Luigi seguía sin despertar de su trance y el helicóptero comenzaba a hacer extraños.
- Mierda! el imbécil se está apoyando en la palanca! - Simao trató de quitar a Luigi de su sitio para impedir que el helicóptero siguiera dando vueltas y perdiendo altura, pero un vehemente giro del mismo hizo que resbalara y volviese a caer.
El movimiento normal y coordinado se hacía imposible en el interior de aquella máquina que parecía haberse vuelto loca. Luigi no despertaba y el suelo cada vez se veía más cerca.
- Vamos a morir! - Tongo estaba al borde del ataque nervioso.